Creo que nos han dado un capricho, el capricho de vivir, de saborear nuestra vida, nuestra historia, emociones, días, horas, minutos e incluso segundos, de ser libres, de vivir sin ataduras, de dejar que la brisa endulce nuestra alma.
La vida es tan bella como un eterno atardecer.

viernes, 9 de marzo de 2012

Noches de hotel

Jorge despertó en la habitación 132 del hotel, despertó en esa habitación donde había ocurrido todo, acariciando lentamente las sábanas recordó cada minuto con esa chica, ni siquiera sabía su nombre, pero en ese momento sólo quería encontrarla. Nunca había tenido esa sensación de echar de menos a alguien, de querer estar a su lado sin pensar en nada más, ese agobio por no saber nada de ella, por querer abrazarla no sólo una noche, sino cada noche.Se levantó, se vistió y salió de esa habitación esperanzado, deseaba que ella todavía estuviese desayunando en el comedor, claro que prefería haber desayunado miradas con ella en la cama. El ascensor le parecía más lento que nunca y decidió bajar por las escaleras. Cada vez que dejaba un escalón atrás más ganas tenía de volver a verla, no quería olvidar nunca el color de sus ojos, y los suyos recorrieron cada una de las mesas buscando su sonrisa. Ella estaba de espaldas, pero el recordaba perfectamente su pelo y su preciosa espalda. Se sentó el la mesa con ella.

-Tenemos que hablar- dijo Jorge en un tono suave, casi tanto como un susurro.

-Esa frase nunca ha sido una de mis favoritas-respondió ella tratando de simular que él no le importaba.

-Entonces-hizo una pausa-necesito comentarte una cosa.

-Vamos de mal en peor.

-Espero impaciente el momento de hablar contigo.

-¿Tanta prisa tienes por olvidarme?

-Cuento los segundos que quedan para estar junto a ti y decirte que te quiero, que jamás te olvidaría.

-Demasiado cursi-la voz la temblaba, no esperaba esa respuesta, esperaba un "lo que paso anoche queda olvidado" y simplemente trato de responder lo más rápido posible.

-Pues tengo que hablarte de un problema.

-¿Ahora te contradices?

Ella seguía con su tono de voz irónico y mirada al frente, él, paciente, trataba de no parecer demasiado sensible pero quería soltar de golpe todo lo que sentía.

-¿Contradecirme?

-¿Cúal es el problema?

-El problema es que te quiero.

-¿Y ese es un problema?

-¡Claro que lo es!-Jorge miró al techo.

-Eso no es un problema,

-Te dije que no quería enamorarme.

-Y yo te dije que no lo hicieras.

-¿Por qué?

-Porque duele.

-¿Es que tú quieres a otro?

-Desde que abandoné tu cama te quiero a ti.

-No tenías por qué haberlo hecho.

-Sólo ha sido una noche.

-Las mejores horas de mi vida.

-¿Qué tiene de diferente esa noche al resto?-por una vez parecía que de verdad eso le importaba.

-No lo sé, eras un chica como cualquier otra, pero cuando acariciaste mi piel te convertiste en la única chica que deseaba que me abrazase, que me besase. Has sido la única chica que he deseado que este a mi lado al despertar.

-Y lo haré todos los días que tú quieras.

-Demasiado cursi.

-Demasiado rencoroso.

-Hazlo siempre, cada mañana.

Por primera vez en la vida de ambos el silencio no era incómodo.

-No estoy acostumbrado a relaciones.

-Sólo tienes que acostumbrarte a mi.

-Tú no eres una costumbre, eres la razón.

-¿Razón de que?

-La razón por la que acostumbrarme a una relación.

-Entonces supongo que ya no soy tú amor de una noche.

-No, tú eres el amor de una vida, de mi vida. Noches hay muchas, vida, sólo una, y si tú te quedas cada una de esas noches que componen mi vida durmiendo junto a mi no necesito nada más.

-¿Y la comida?

-Tus labios.

-Pero tendrás sed.

-Tengo tu saliva.

-Sólo eso.

-Ya te lo he dicho, no necesito nada más.

-¿Nada más?

-No, nada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario