Creo que nos han dado un capricho, el capricho de vivir, de saborear nuestra vida, nuestra historia, emociones, días, horas, minutos e incluso segundos, de ser libres, de vivir sin ataduras, de dejar que la brisa endulce nuestra alma.
La vida es tan bella como un eterno atardecer.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Aprendemos a fallar y fallamos para aprender.


Desafortunadamente casi todo lo aprendemos con el tiempo o cometiendo errores.
Aprendemos la diferencia de pedir perdón a perdonar, de querer a ser querido, aprendemos que olvidamos y recordamos, que echamos de menos, aprendemos el valor y a valorar.
Aprendemos que recogemos lo que sembramos,  que las palabras que decimos en nuestros momentos de enfado siguen hiriendo con el tiempo, aprendemos a recapacitar. Aprendemos que plantar un árbol es creer en el mañana y talarlo es una forma egoísta de creer en el presente; aprendemos que la distancia no es nada, que el sol está lejos y aún así quema.
Aprendemos a caminar, a que los problemas no se solucionan aplazándolos, que hemos de tomar nuestras propias decisiones y hacernos responsables de nuestros actos, aprendemos a confiar en nosotros mismos, a mirar atrás. Aprendemos que nuestras ilusiones se pueden romper como un débil cristal y  que nuestros sueños forman parte de nosotros, que no debemos esperar que algo pase sino  hacer que pase.
Aprendemos a aceptar derrotas y a ganar honestamente, aprendemos del dolor de las despedidas y del calor de las bienvenidas. Aprendemos que la perfección no existe, aprendemos a admirar, a sentir. Aprendemos que las promesas no siempre se cumplen y que una lágrima no siempre significa lo mismo.
Aprendemos a vencer nuestros miedos, romper nuestros obstáculos, aprendemos a alcanzar metas y superar nuestros límites; aprendemos que el reloj no se detiene, que el tiempo es más rápido que nuestros latidos, aprendemos a apartar nuestro orgullo, a lanzarnos, a que es mejor arrepentirse de lo que has hecho que no de lo que no has hecho. Aprendemos a que cada vez que dejamos pasar una oportunidad hemos perdido algo realmente valioso, aprendemos que nada es más importante que las personas.
Aprendemos que sólo hay una forma de aprender a vivir, y es viviendo.


viernes, 16 de noviembre de 2012

Mr. MAGORIUM


Cuando el rey Lear muere en el quinto acto ¿sabes cómo lo expresó Shakespeare? Escribió: muere. Eso es todo, nada más. Sin fanfarrias, sin metáforas, sin brillantes palabras finales. Así que la culminación de la obra de literatura dramática más influyente es “muere”. Tuvo que ser Shakespeare un genio para expresar “muere”. Sin embargo, cada vez que leo esa palabra, me invade un infinito sentimiento de tristeza. Ya sé que es natural sentirse triste, pero no por la palabra muere, sino por la vida que hemos visto antes de esa palabra. 
He vivido mis cinco actos, no te pido que te alegres de que me tenga que ir, sólo te pido que pases página, que continúes leyendo. Y des paso a la siguiente historia. 
Y si alguien pregunta alguna vez qué ha sido de mí, cuéntale mi vida en todo su esplendor, y acaba con un sencillo y modesto “murió”.


DEAR 16 YEAR OLD ME.