Creo que nos han dado un capricho, el capricho de vivir, de saborear nuestra vida, nuestra historia, emociones, días, horas, minutos e incluso segundos, de ser libres, de vivir sin ataduras, de dejar que la brisa endulce nuestra alma.
La vida es tan bella como un eterno atardecer.

jueves, 15 de marzo de 2012

Michael Kells

Nací el 24 de agosto de 1954 en Eastbourne, a 85 minutos de Londres, Inglaterra. Hoy hace 17 años que estoy en la carcel, en la misma celda donde cada día me despierto. Me gustaría abrir los ojos y amanecer junto a mi mujer, darla un beso y preparar el desayuno a Hanna y a George, mis hijos, pero no es así, y ya no puede volver a ser así.
El 10 de enero de 1971 una banda armada entró en mi casa mientras yo trabajaba y les secuestró, al día siguiente, cuando me di cuenta de que no estaban en casa y tras recibir el mensaje de la policía decidí buscarles. Tardé semanas en descubrir que la banda armada que entró en mi casa pertenecía a una pequeña mafía, y meses en encontrar a mi hijo menor, George. A partir de ese momento fue más fácil dar con mi mujer y con mi hija, que llevaban desde el día del secuestro viviendo en oscuridad, con la diferencia de que mi mujer no volvería a ver la luz.
Hoy esos 17 años de espera han terminado, me enfrento a pena de muerte por matar a siete miembros de la mafia que mató a mi mujer y secuestró a mis hijos. A las 00:00 de el día de hoy, me inyectarán tiopental sódico, bromuro de pancuronio y cloruro de potasio, lo que me provocará un paro cardiaco y mi corazón nunca más volverá a latir.
Mis hijos viven con mi hermano y su mujer, y el resto de la mafia, bueno, digamos que el resto de la mafia entró en la misma cárcel que yo, el patio y los pasillos pueden ser muy peligrosos.
De lo único que me arrepiento es de no haberme cogido el 10 de enero de 1971 como día libre, y por el resto, por ese maldito resro voy a pagar dentro de cuatro horas, treinta y dos minutos y cuarenta y seis segundos. Mi nombre es Michael Kells y no pienso morir esta noche.

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