Creo que nos han dado un capricho, el capricho de vivir, de saborear nuestra vida, nuestra historia, emociones, días, horas, minutos e incluso segundos, de ser libres, de vivir sin ataduras, de dejar que la brisa endulce nuestra alma.
La vida es tan bella como un eterno atardecer.

martes, 20 de marzo de 2012

Soldado

El capitán Smith mandó llamar al joven Roger Williams, un muchacho muy guapo, rubio, pero de ojos del color de la miel, lo que hacía su mirada más impactante. Su fortaleza física había aumentado desde que entró en el ejército, aunque también había ganado peso, pero todo era musculatura. A pesar de ello, no era un chico ligón, ni presumido, ni siquiera un fanfarrón, al contrario, le costaba mucho, pero no demasiado, acercarse a las chicas, pero sabía perfectamente mantener una conversación con cualquiera de ellas. Era un chico culto, había estudiado en Yale, recibiendo desde pequeño la mejor formación para encargarse de la empresa familiar, pero, en el último momento, decidió que ese juego al que jugaba cuando era pequeño, ese juego de hacerse pasar por militares con cascos y con pistolas de agua escondiéndose tras los arbustos, en el último momento, Roger Williams había decidido que ese juego fuese real, en el último momento, había cambiado su vida. La diferencia es que ahora las armas no eran de agua, ahora el sudor era el mismo, las manchas de barro permanecían y se añadían algunas de sangre, suyas propias y de la de compañeros.
Cuando Roger entró por la puerta supuso que el capitán quería felicitarle por su gran entrenamiento, había superado todas las pruebas de nuevo, pero esta vez había mejorado los tiempos. El capitán estaba sentado, tocando y jugueteando con una pequeña caja de puros, se incorporó, le sonrío al entrar y luego dijo en tono serio:
-Soldado.
-Sí, capitán.
-¿Es qué estas esperando a que sea ella quien te bese?
Roger, sorprendido, esperando su felicitación, dudó cuál era la razón por la que se encontraba en ese despacho.
-No, capitán.
-¿Entonces?
-No lo sé, capitán.
-Responda a mi pregunta.
-No sé que debo hacer señor, lo único que creo es que los soldados no debemos enamorarnos.
-Dime por qué, chico.
No era la primera vez que el capitán le llamaba chico, pero si hizo que Roger se sintiese más seguro y la distancias capitán-soldado se acortaron.
-Porque morimos en la batalla.
-Te diré, soldado, que es lo único que yo creo, creo que todos morimos, la diferencia no es donde lo hacemos, la diferencia es como lo hacemos, al fin y al cabo, la batalla más grande y más bonita es la vida, todos somos soldados.
-Menos usted capitán.
-¿Por qué dices eso?
-Porque usted conoce la batalla.
-Nadie, chico, nadie puede conocerla.
-Conoce el campo, el terreno.
-Lo único que conozco es mi nombre y que estoy aquí porque quiero estar aquí y, eso es suficiente para empezar la batalla. Así que soldado, enamorese en la batalla, ría en la batalla, porque en la batalla no se pierde nada, se gana mucho, se aprende mucho y nunca sabes cuando va a terminar.
-¿Es una orden?
-Es una orden.
-Sí-se encogió de hombros-capitán.
-¿Qué hace aún parado?¿Es qué no me ha oído? ¡Corra tras la chica!Esa chica es el porqué de su batalla, soldado, corra antes de que sea otro quien la bese, porque puede que ahora eso le de igual, pero cuando lo vea, cuando haya ocurrido, en ese momento te darás cuenta chico, de que la quieres, te faltará el aliento y sólo te parecerá escuchar tus latidos. Corre antes de perderla soldado.

Ambos sabían que esa chica era especial, pero sólo el capitán sabía que Roger también era especial. Más que el capitán, hablaba la experiencia, porque él tenía un máster por haber dejado que todas las mujeres importantes en su vida se escapasen.
Apenas había pronunciado el capitán Smith las últimas palabras y Roger salió corriendo. Él siempre había pensado que si era soldado debía rechazar el amor para no hacer sufrir a quienes ama, porque podría sentir dolor, podrían dispararle diez balas en el pecho, podrían torturarle hasta su última calada de aire, pero la única manera de hacerle daño era con el sufrimiento de aquellos a los que amaba, al fin y al cabo era una forma de defenderse a si mismo. Ahora ella era su dolor, sus cicatrices, ahora ella era la persona a la que amaba, a la que entregaría esa última calada de aire. Todo esto era lo que él pensaba mientras corría, cuando la vio, dejo de pensar, dejo de correr, paró, para después caminar lentamente hacia ella y como siempre era ella la que daba el primer paso.

-Quiero una respuesta soldado, y la quiero ya.
-Siempre tomando la iniciativa.
-Me gusta más ser la primera en atacar.
-Para pillarles por sorpresa.
-Para pillarte por sorpresa.
-Esta vez tengo la sensación de que vas a ser tú la que te vas a sorprender.
-¿Por qué tengo la sensación de que te equivocas?
-Porque te quiero.
-Tienes razón, eso no me lo esperaba soldado.
Ese fue justo el momento en el que la besó.
-Me encanta cuando me llamas soldado.
-Y a mi me encanta cuando eres tú quien me sorprende.

No hay comentarios:

Publicar un comentario