Creo que nos han dado un capricho, el capricho de vivir, de saborear nuestra vida, nuestra historia, emociones, días, horas, minutos e incluso segundos, de ser libres, de vivir sin ataduras, de dejar que la brisa endulce nuestra alma.
La vida es tan bella como un eterno atardecer.

lunes, 29 de octubre de 2012

Las hojas del otoño.

Las gotas de lluvia resbalaban por las pocas hojas que quedaban en aquellos grandiosos árboles, el resto cubría el suelo de diferentes tonalidades marrones y crujían cada vez que ella daba un paso. El viento soplaba con suavidad y acariciaba cuidadosamente su rostro, el cielo había perdido su azul para teñirse de gris y el sol se dejaba ver con timidez.
Una vez llegó al séptimo banco del camino de la arboleda, paró, echo un vistazo a su alrededor y esperó hasta que llegó él.

-Hola-dijo él con una breve pero cálida sonrisa.
-Hola-exhaló ella, como en un suspiro.

Él sacó un papel de su bolsillo, ella una pequeña libreta. Habían acordado escribir los pros y los contras de su relación, por qué debían o no seguir juntos.

-¿Empiezas tú?-dijo él sin dudar ni un segundo.
-Contras...tú vives fuera-le miró esperando respuesta- apenas nos vemos...
-¿Alguno más?
-Todo es difícil.
-¿Difícil?
-Soy madre soltera y a ti -añadió desconcertada- ni siquiera parece importarte.

Él, que la miraba de una manera que a ella la sobrecogía, sonrió.

-Contras-abrió su papel, permaneció en silencio mientras miraba aquella hoja, después la miró a ella- creo que por muchos contras que pudiese haber nunca serán suficientes para vencer al único pro que realmente importa. ¿Me quieres?

Como respuesta ella arrancó la hoja de la libreta de la que estaba leyendo, la dio la vuelta mostrandole el lado que supuestamente estaba escrito, ninguna letra aparecía reflejada en la hoja, sólo había un corazón dibujado en el centro. Y, mientas él sonreía, dio también la vuelta a su folio, estaba en blanco.

-Te quiero-dijo él.
-No te vayas nunca-susurró ella.



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